miércoles, 12 de noviembre de 2014

Breñeros dan glorioso escarmiento a chilenos en la Batalla de Concepción


redactor: Víctor Alvarado
El mismo 09 de julio de 1882, en que la III Columna del Ejército del Centro, al mando de Andrés Avelino Cáceres, en maniobra envolvente eliminó a más de 200 invasores en Marcavalle y Pucará, la I Columna, jefaturada por el coronel Juan Gastó, siguiendo el plan diseñado por el "Brujo de los Andes", cayó en la tarde sobre Concepción para aplastar a los invasores, dirigidos por el capitán chileno Ignacio Carrera Pinto, sobrino del presidente Aníbal Pinto, el iniciador de la invasión chilena.
Gastó lanzó las acciones durante el día 09 y continuadas el día 10 por el jefe guerrillero Ambrosio Salazar. El regimiento de Pinto esperaba en esta plaza al coronel Estanislao del Canto, jefe de la expedición chilena, para fugar juntos de regreso a Lima. A continuación, leamos las memorias del propio Cáceres sobre el asalto patriota a Concepción, que significó la eliminación de un regimiento de 76 invasores, entre ellos el propio Carrera Pinto:"Aquel mismo día, alrededor de las tres de la tarde, las fuerzas del coronel Gastó atacaron al destacamento chileno acantonado en Concepción: una compañía del batallón Chacabuco".
"Los chilenos no habían advertido la marcha de los nuestros por las alturas. Mas, al avistarlos, cuando ya descendían por las agrias laderas, corrieron a apostarse en las bocacalles de la plaza. Y allí opusieron obstinada resistencia a las primeras acometidas de los guerrilleros, causando a estos numerosas bajas, pero sin lograr rechazarlos. Al contrario, abrumados luego por las reiteradas embestidas guerrilleras, retrocedieron precipitadamente a guarecerse en un antiguo caserón conventual, donde también acuartelaban.
"Y, parapetados en el soportal del derruido edificio y ventanas de la contigua iglesia, renovaron porfiada resistencia. Y aunque su nutrido y certero fuego de fusilería producía terribles estragos en las filas de los asaltantes, estos, incesantemente reforzados, mantenían su impulso arrollador; y la lucha cobraba, por momentos, feroz encarnizamiento.
"Extinguiéndose ya el día comenzó a declinar también la refriega. Pero el improvisado reducto estaba ya completamente cercado. A pesar de todo, el enemigo continuó defendiéndose con inaudita fiereza, hasta que la niebla y la oscuridad envolviendo el campo tornó la brega en intermitente tiroteo.
"Y así, ambos adversarios, con el alma en vilo, se mantuvieron en acecho toda la luctuosa noche, hasta que poco antes de amanecer del 10 de julio, los guerrilleros, testigos y víctimas de los crueles atropellos, saqueos, violaciones e incendios de los chilenos, les dieron un furioso asalto, del cual no se salvó ni uno solo de los 76 hombres que componían el destacamento enemigo.
Retirada de la división de Del Canto
"El día 10 reanudé la marcha sobre Huancayo, resuelto a continuar la lucha; pero Del Canto había evacuado ya la población, dirigiéndose a Jauja. El enemigo, en su fuga, incendió los pueblos de Concepción, Matahuasi, Matamalzo, Ataura y San Lorenzo, asesinando al paso a multitud de indefensos pobladores.
"Al retirarse de Jauja los chilenos, se disponían a saquear la ciudad, cuando de improviso les cayeron los guerrilleros de Concepción; por lo cual, sin tiempo para realizar sus fechorías dejaron la población y se encaminaron a Tarma.
"El 15, por la noche, después de un ligero encuentro entre las guerrillas de nuestra vanguardia con la retaguardia enemiga, cuyo grueso se hallaba ya en Tarma, llegué a Tarmatambo, una legua distante de aquella ciudad.
"Este era el momento propicio para lanzar un ataque resolvente con el grueso de mis fuerzas, y así lo concebí al instante. Pero, juzgando en seguida que un combate reñido en tales condiciones iba a traer como consecuencia la destrucción de la ciudad, opté por asediar al enemigo, cerrándole todas las avenidas y obligándole a hacer frente a los amagos e incursiones de los guerrilleros. Por otra parte, no me daba prisa en atacarle esperando el aviso del coronel (Manuel Máximo)Tafur, (al mando de la II Columna del Ejército del Centro) de haber cortado el puente de La Oroya.
"El día 16 envié un pequeño destacamento por las alturas de San Juan de la Cruz que dominan la ciudad de Tarma por el noreste, donde enzarzó en gresca con un destacamento contrario, al que causó algunas bajas, haciéndole retroceder hacia la población.
"Luego ordené marchar hacia Acobamba, a dos leguas al norte de Tarma, a un destacamento de guerrilleros que, unido a los de aquel pueblo, debía cerrar también el paso al enemigo, el cual hasta el día 17 permanecía en la ciudad, sin dar señas del propósito de abandonarla. En la tarde del mismo día, dispuse que la segunda división y el destacamento guerrillero de San Jerónimo fueran a ocupar las alturas que dominan Tarma, sobre el camino que sale por La Oroya. Avisados los chilenos de la presencia de estas fuerzas en dichas alturas, midieron el inminente peligro de que fuera cortada su retirada hacia Lima.
"Y emprendieron la fuga inmediatamente, en la noche del 17, tomando las mayores precauciones para no ser sentidos. Fue la tal retirada favorecida no solo por las sombras de la noche, sino también por la densa neblina que en la mañana del 18 cubría la campiña, impidiendo distinguir los sitios en donde instalaban los días anteriores sus puestos avanzados. De otra suerte, hubiérase advertido la ausencia de tales puestos en la madrugada misma del 18 y se habría practicado un reconocimiento a fondo hasta la ciudad y dispuesto la persecución. Los escuchas apostados en las alturas que bordean el angosto y hondonado camino, tapizado de nieve, por el cual se deslizaban furtivamente las tropas enemigas, no pudieron verlas ni menos oír el paso de su silente marcha nocturna.
"Se ignoró pues, la escapada de los chilenos hasta eso de las siete de la mañana, en que disipándose ya un tanto la niebla, se me dio el consiguiente parte. Inmediatamente con lo más escogido de mis tropas y destacamentos guerrilleros, emprendí la marcha en su seguimiento. Creí alcanzarle en La Oroya y allí batirle. Pero al llegar jadeante a dicho lugar, ya Del Canto había cruzado el puente, haciéndole volar en seguida, para asegurar su retirada. (NdeR: Tafur debía haber llegado primero para volar el puente e impedir la fuga de Del Canto, pero llegó tarde).



"Tafur no había cumplido la misión que se le encomendó, y el puente de La Oroya quedó libre para el paso de los chilenos.
"Mi propósito de encerrar a la división de Del Canto en el valle del Mantaro y destruirla, habíase, por cierto frustrado.
"Sin embargo, se consiguió expulsar al enemigo del departamento de Junín, tras infligirle una serie de derrotas (Marcavalle, Pucará, Concepción) y acosarle durante nueve días consecutivos (desde Marcavalle hasta Tarma), sin dejarle punto de reposo.
"En cuanto al proyecto operativo propiamente tal, no obstante su magnitud y la desproporción de tropas regulares con respecto a las del enemigo, habría alcanzado el éxito deseado, de no haber ocurrido el infortunado contratiempo de Tafur.
"La atropellada retirada de la división chilena tuvo todos los caracteres de una desastrosa fuga. Perdió mucha gente y dejó abandonados por doquier rifles, municiones y equipos, así como ganado vacuno y bestias de silla y de carga; todo lo cual fue recogido por los nuestros y oportunamente aprovechado.
"Siéndome imposible seguir adelante, regresé a Tarma, donde asenté mi cuartel general, deplorando que mi plan concertado en Izcuchaca e iniciado con tan halagüeñas perspectivas, no llegase a su cabal realización.
"Luego hube de dedicarme a la tarea de reorganizar mi diezmado ejército, que ya no sumaba sino 890 hombres de tropa regular y 500 guerrilleros.
"La indignación contra los chilenos cobró considerable incremento e intensidad entre los naturales de los pueblos comarcanos, a causa de los atroces crímenes que aquellos cometieron durante su fuga a Lima. La huella de su paso estaba tétricamente señalada por la multitud de cadáveres de pacíficos e inermes pobladores, cruelmente victimados, y por las violaciones, la depredación y el saqueo. Y por todas partes surgían guerrilleros, dispuestos a luchar sin cuartel contra el odiado invasor".


Marcavalle y Pucará extraordinarias victorias de la Campaña de La Breña



La Tercera Columna del Ejército del Centro los sorprendió en plena fuga luego de cinco meses de depredaciones y asesinatos impunes en las provincias del Valle del Mantaro.
Victor Alvarado
En junio de 1882, luego de un año y dos meses de haber abandonado su refugio de la iglesia San Pedro, el general Andrés Avelino Cáceres ya había constituido el Ejército del Centro y sembrado de guerrillas a lo largo y ancho del valle del Mantaro, y librado un sinnúmero de acciones victoriosas que a los ojos del invasor aparece como un guerrero temible, al que se proponen eliminar.
En este lapso, el Valle del Mantaro ha sido objeto de una primera expedición al mando del teniente coronel chileno Ambrosio Letellier, quién priorizó la imposición de cupos y extorsiones antes que centrarse en la caza de Cáceres, a causa de lo cual fue enjuiciado, dado de baja y condenado a prisión en Chile. Ante su fracaso, el gobierno de ocupación manda una segunda expedición al mando del coronel Estanislao del Canto.
La segunda expedición invasora inició sus operaciones en febrero de 1882, cuando ya el nuevo Ejército de la Breña estaba mejor constituido y en condiciones de presentar combate.
Del Canto en la mira
Del Canto pronto se sintió vapuleado por la resistencia breñista y la inclemencias climáticas y resolvió retornar a Lima. Cáceres resolvió darle un escarmiento, pues el nuevo ejército ya contaba con 1.300 soldados y 3,000 guerrilleros, organizados en tres columnas, aunque con muchas limitaciones en armamento, pero con un elevado espíritu de combate y dominio táctico y estratégico del terreno.
La fuerza invasora estaba compuesta por 3,000 soldados que desde febrero ocupaban la región central. Cáceres se dispuso a rodearlo por todos los flancos para castigarlo por los crímenes y depredaciones cometidas contra un sinnúmero de pueblos indefensos del Valle del Mantaro.
Plan de ataque
La estrategia de Cáceres consideraba encajonar a la expedición invasora mediante un doble movimiento de rodeo, cortándole la retirada a la costa y golpearla por partes, en razón a que se hallaba diseminada en un largo tramo del Valle del Mantaro por donde huía hacia la capital. El cumplimiento de este plan lo llevó a organizar su ejército en tres columnas.
La primera, conformada por el Batallón Pucará No. 4, las columnas guerrilleras de Comas, Libres de Ayacucho y Andamarca, fracciones del Batallón América, al mando del coronel Juan Gastó, debía marchar por el sector derecho de las alturas del Mantaro, ingresar al pueblo de Comas y caer sobre Concepción y aplastar aquí a la avanzada de invasores que se encontraban en espera de la columna de Del Canto para proseguir la marcha a Lima, La segunda, compuesta por un batallón de regulares y un destacamento guerrillero, al mando del coronel Manuel Máximo Tafur, debía avanzar hacia el oeste, pasar por Chongos y Chupaca y caer sobre La Oroya, atacar a la guarnición chilena y destruir el puente de este lugar para impedir la salida de los invasores del Valle del Mantaro.
La tercera, conformada por los batallones Zepita, Tarapacá, Junín e Izcuichaca, y por los destacamentos de guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca, Huiaribamba, Pampas, Pazos y Tongos, al mando del propio Cáceres, debía ocupar las alturas de Tayacaja, ganar luego las de Marcavalle y caer sobre las tropas de la 4ta. Compañía del Batallón Santiago del 5to. de Línea, que tenían como jefe al capitán Diógenes de la Torre y estaban acampadas en este lugar.
La contraofensiva de Cáceres era de conocimiento del Ejército de Ocupación, cuyo jefe Patricio Lynch, desde la capital, había ordenado a Del Canto a retornar cuanto antes para evitar el descalabro total de sus fuerzas.
El Ejército del Centro llegó en la tarde del ocho de julio de 1882 a las alturas del cerro Curacán que dominan Marcavalle, donde los patriotas pernoctaron, luego de haberse desplazado por los pueblos de Pazos, Ascotambo, Acoria, entre otros. El 09 de julio, a las cinco de la mañana, aun en la penumbra, los soldados se sirvieron un frugal rancho y ocuparon sus puestos de combate en medio de un severo silencio.
Apenas clareó, Cáceres dispuso el inicio de las acciones de un ataque simultáneo de la compañía del Batallón Tarapacá que se trabó en combate y anuló a las avanzadas chilenas. La pequeña artillería compuesta por cuatro cañones desde las alturas del cerro Curacán sembró el desconcierto y cobró las primeras víctimas entre los sorprendidos invasores que a esa hora aún se desperezaban.
En vista del avasallamiento de que estaba siendo objeto en Marcavalle, el capitán chileno De la Torre ordenó la retirada a Pucará, a cinco kms. de distancia, donde acampaba otro grueso de sus fuerzas.
Los invasores soportaban en ese momento el ingresó por las alturas de la izquierda de contingentes de la II División peruana, conformada por los guerrilleros de Acoria, Colcabamba, Huando, Acostambo, Pillichaca y tres piezas de artillería; y por la derecha por la escolta de Cáceres, los batallones Zepita e Izcuchaca y los guerrilleros de Pazos y Tongos, y frontalmente, se sumaban el Tarapacá , la primera columna de Pampas y los guerrilleros de Huaribamba.
Los fugitivos chilenos llegaron en a Pucará en pos de auxilio, donde el contingente local, formado por la 2da. y 3ra. Compañías del 5to. de Línea, al mando del capitán Pedro Pablo Toledo, trató inicialmente de presentar batalla. Desbande enemigo
Pero, fueron disuadidos por la fulminante arremetida peruana, alimentada por la incorporación en esta localidad de las fuerzas del comandante Gálvez, comandante general de las guerrillas y jefe de la columna Voluntarios de Izcuchaca, así como de los destacamento guerrilleros de Domingo Cabrera, Segura y otros jefes, que les cayeron por la espalda, empujándolos hacia las tropas peruanas que venían de Marcavalle.
Los invasores abandonaron Pucará en desbandada dejando armas, municiones y la caja del batallón, y se dirigieron a Zapallanga, donde luego de una rápida evaluación deciden fugar a Huancayo, donde se hallaba la sede del regimiento invasor Chacabuco, cuyo jefe, Estanislao del Campo, al ser informado de la ofensiva contra el batallón Santiago, salió con el grueso de sus tropas a recibirlos en el caserío de La Punta, una legua al sur de Huancayo, con lo cual los salvó de ser rematados por el Ejército del Centro.
Cáceres en sus memorias recuerda la dimensión de la victoria peruana en Marcavalle y Pucará: “Las pérdidas sufridas por el enemigo fueron de consideración. Entre muertos y heridos pasaron de 200. Dejaron en nuestro poder unos 200 fusiles y sus municiones, la caja del cuerpo, una bandera, caballos, vestuario y otros despojos de guerra”. Siguiendo una tradición peruana, nunca practicada por los invasores, Cáceres ordenó enterrar a los enemigos caídos en el campo de batalla y al constatar que entre ellos se encontraban un jefe y cinco oficiales, dispuso darles sepultura especial y rendirles los honores correspondientes.
A Concepción
Del Canto tenía planeado ese día 09 emprender viajar a Concepción, pero por el temor de sufrir un ataque nocturno por parte de Cáceres suspendió su repliegue hasta el día siguiente. Una avanzada del regimiento Chacabuco, al mando del mayor Pedro César Quintavalle que había salido con rumbo a Concepción, donde se encontraba estacionada la 4ta. Compañía del 6to. de Línea, decidió igualmente pernoctar, por el mismo temor, en San Jerónimo, a cinco kilómetros de su meta.
Si no se hubiera detenido, habría llegado a Concepción a las 4 ó 5 de la tarde, en momentos que el ataque del coronel Juan Gastó y los destacamentos guerrilleros a la 4ta. Compañía chilena recién comenzaba. Haberse quedado en San Jerónimo facilitó que las fuerzas peruanas exterminaran a los invasores acantonados en Concepción.


Cáceres organiza en 4 meses nuevo ejército con 5.000 combatientes


El jefe del Ejército de la Breña sabía que a la expedición de pillaje del coronel chileno Ambrosio Letellier, virtualmente expulsada de la región central por las partidas de soldados y guerrilleros que conformarían el nuevo ejército, le sucedería otra expedición, como en efecto ocurrió en enero de 1882, que sería más numerosa y sanguinaria, lanzada con la consigna de destruir a Cáceres y con la que sostendría un primer victorioso encuentro en febrero de 1882, en Pucará (Junín).
Unidades
El nuevo ejército, como el propio Cáceres lo reconoció, tenía un superávit de hombres y un gran déficit de armas, sobre todo de caballería y artillería, pero un ejército al fin y al cabo, compuesto a fines de agosto de 1881 de 17 batallones, cinco columnas de caballería y ocho cañones. En verdad, una cantidad minúscula frente a los varios centenares que tenían los enemigos.
Este nuevo ejército contaba con las siguientes unidades con las siguientes unidades de infantería:
Batallones: Junín, Jauja, Libres de Huancayo, Tarma, Ica (ex-8 de setiembre), Lima, Canta 1º, Canta 2º, Alianza, Huacho, Milicianos de Chancay, América y Yauyos. Columnas Libres de Ayacucho, Concepción, Constancia, Yauli y Salcabamba.
En cuanto a Caballería tenía el Regimiento Cazadores del Perú y los Escuadrones Escolta, Operaciones, Dos de Mayo, Comas, Tiradores de Chupaca y Carabineros de Chancay; y en Artillería contaba en total con 15 cañones, algunos de ánima lisa.
Sobre los batallones, corresponde historiar que el Junín se constituyó con 80 soldados remanentes del disuelto batallón Pichincha, más 26 gendarmes de Jauja; este igualmente al mando del coronel La Jara integró la división de Aduvire que marchó hasta Áncash, luego regresa al centro y se pone a órdenes de Cáceres.
Más voluntarios
Respecto al batallón Jauja, cabe señalar que fue el primero formado por Cáceres sobre la base de 16 gendarmes convalecientes de tuberculosis en el hospital de esta localidad, 40 gendarmes procedentes de Ayacucho y otros 50 hombres venidos de la gendarmería de Tarma. Cáceres cambiaría su nombre por el de Zepita, que fue su querida unidad en Tarapacá.
Los batallones Libres de Huancayo y Tarma fueron formados vecinos voluntarios de dichas ciudades. El Ica se formó con 50 voluntarios reclutados por el teniente coronel Benigno Zevallos en esta ciudad, Cañete y Yauyos.
El batallón Lima tenía una historia digna de resaltar. Se trataba de un antiguo cuerpo del ejército de línea que con el nombre de Lima No. 08 peleó y sobrevivió en la Batalla de Tarapacá y con el Nombre de Lima No. 11 hizo lo mismo en el Alto de la Alianza, en Tacna.
El Lima 11 pasó luego a Puno, donde su jefe el coronel Remigio Morales Bermúdez decidió sumarlo al nuevo Ejército del Centro. Cáceres decidió cambiar su nombre por Tarapacá, en recuerdo de la jornada guerrera donde por su iniciativa, los peruanos a pesar de estar disminuidos física y militarmente propinaron un duro revés a los invasores.
Desde Canta
Los batallones Canta 1º y 2º fueron organizados por el coronel Manuel Encarnación Vento, de recordada participación en la Batalla de Sángrar, sobre la base de los sobrevivientes de los batallones Canta Nº 63 y 2º Canta que pelearon en la defensa de Lima y al partir al Centro recibieron voluntarios de la provincia del mismo nombre y otros 18 hombres llegados desde Cañete, armados hasta los dientes por los hacendados de la provincia.
Los batallones Huacho, Alianza, Milicianos de Chancay, así como los escuadrones de Caballería Operaciones y Carabineros de Chancay estuvieron organizados en dos divisiones por el coronel José Agustín Bedoya, a los que había dotado de 3 piezas de artillería. Estos, juntamente con los batallones Canta 1º y 2º sumaban un total de unos 1500 hombres.
El Milicianos de Chancay se convirtió en el Centro en Cazadores del Rímac.
Artillería
El América llegó de Huánuco. La columna Constancia la creó Piérola con oficiales sin colocación, Concepción se organizó sobre la base de 30 y tantos veteranos de la unidad del mismo nombre aniquilada en la defensa de Lima, y la columna Libres de Ayacucho se formó con 80 jóvenes de familias distinguidas de Ayacucho.
El regimiento Cazadores del Perú era la escolta de Piérola que se sumó a Cáceres luego que este dimitió. El Escolta se formó con 25 jóvenes voluntarios en Huancayo y el Dos de Mayo fue un piquete enviado por el pueblo de Áncash.
La artillería se formó con 4 cañones traídos del fuerte San Ramón por el teniente coronel Ambrosio Navarro; otros 4 llegaron de Cerro de Pasco, 2 cañones fueron enviados por el Comité Patriótico de Lima ocultos en ataúdes, 2 culebrinas recogidas de La Molina por dicho Comité y finalmente las 3 piezas que tenía el coronel Bedoya en su cuartel general de Sayán. 




Leonor Ordóñez opone fiero combate a invasores en Jauja

Una mujer andina que supo erigirse en guerrillera heroica fue la jaujina Leonor Ordóñez Surichaqui (1837-1882), luego de haber vivido en carne propia la experiencia militar de la defensa de Lima, en las batallas de San Juan y Miraflores (13 enero 1881), donde participó como "rabona" de su esposo, el soldado quechuahablante Felipe Vilcahuamán, a quien vio morir "repasado"en el campo de batalla por las bayonetas de las hordas invasoras y dio una improvisada sepultura.
La futura guerrillera de Huancani (Jauja) aprendió en el campo de batalla las elementales reglas de la guerra de resistencia y luego de la derrota en San Juan y Miraflores emprendió retorno a su tierra, con la idea fija de participar en acciones de resistencia contra los invasores, lo que hizo realidad luego de conocer que el general Andrés Avelino Cáceres, se había trasladado al Valle del Mantaro para iniciar una guerra de resistencia contra los invasores.
Las fuerzas chilenas de ocupación, al enterarse de la presencia de Cáceres en Valle del Mantaro y de que estaba organizando la resistencia, disponen el envío de la primera expedición al mando del coronel chileno Estanislao del Canto, para eliminarlo y a la par, imponer "cupos de guerra" consistente en ganado, principalmente reses y caballos, cosechas, joyas y dinero e incluso la entrega de doncellas para satisfacer la lascivia de sus soldados. Del Canto terminaría meses después expulsado del Valle del Mantaro.
En Huancani
Los pueblos del Valle del Mantaro no dudaron en responder positivamente al llamado del "León de la Breña" y en todas las localidades se alistaron columnas para conformar el naciente Ejército del Centro y salir al encuentro de los depredadores.
Uno de estos pueblos fue Huaripampa (Jauja), donde el párroco Buenventura Mendoza, tomó la iniciativa de convocar a los habitantes de los pueblos de la zona a organizarse para resistir a los depredadores, que se sabían estaban realizando incursiones en toda la región para imponer "cupos de guerra" a sus habitantes.
Leonor Ordóñez residía en el vecino distrito de Huancani, también ubicado en Jauja, y al conocer el llamado de cura Mendoza, con el apoyo del agente municipal Norberto Santos y del teniente gobernador León García, formó una columna de 41 jinetes que pelearían por primera vez como guerrilleros.
Los historiadores jaujinos recuerdan que ante las noticias de la inminente incursión de la expedición de Estanislao del Canto, Ordóñez reunió al pueblo a una asamblea pública, donde los instó a organizarse en una unidad guerrillera para combatir a los invasores que se encontraban en camino.
"Compoblanos, la hora ha llegado de vengar los asesinatos y robos cometido por estos miserables forasteros contra los bienes y las propiedades de nuestros hermanos en nuestra región", les dijo en medio de los gritos "Viva el Tayta Cáceres" y"Muerte a los invasores".
El combate
Ordóñez consiguió de rodearse de 40 guerrilleros jóvenes, entre ellos cinco mujeres, decididos a enfrentarse a los invasores, y dispuso que los niños, ancianos y mujeres que no se encontraban en aptitud combativa, sean reubicados en lugares alejados y seguros para evitar que sean víctimas de la barbarie de los invasores.
Los patriotas en realidad carecían de fusiles de guerra y excepcionalmente tenían algunas escopetas. Sus armas de combate estaban conformadas principalmente por lanzas, hondas, palos y rejones, encaminándose al combate en medio de antiguos cánticos guerreros.
El 22 de abril de 1882, en horas de la tarde, salieron de Huancaní con dirección a Huaripampa, ubicada a pocos kilómetros de distancia, para ponerse a órdenes del cura Buenaventura Mendoza. Al encontrarse su columna a la altura de Antoshpampa divisaron al regimiento de invasores, al mando del coronel chileno Gutiérrez que venían por la ruta de Atishi.
La columna invasora estaba conformada por 400 soldados, distribuidos en 04 compañías de infantes, una de caballería y dos cañones Krupp.
Los breñeros se dispusieron a atacarlos sorpresa y cuando los tuvieron cerca, el corneta Pedro Tiza, por orden de Ordóñez, tocó la ronca orden musical de combatir y se lanzaron al ataque.
Holocausto
Los invasores no duraron en usar sus cañones para neutralizar a los combatientes. Pero, estos lejos de espantarse por las explosiones se lanzaron de lleno a dispararles con sus escopetas y atacarlos con sus lanzas, machetes y rejones.
Los combatientes fueron puestos fuera de combate. Un grupo sobreviviente, con Ordóñez a la cabeza siguió en guerreando a pesar de que era evidente que no tenían ninguna posibilidad de revertir la situación. Leonor Ordóñez fue tomada prisionera, sometida a torturas y presionada a desertar y hacer filas entre los invasores, y ante cada exigencia, ella contestaba: "Viva el Perú".
El depredador dio la orden de su fusilamiento. La combatiente, de pie, sin mostrar signos de arrepentimiento, gritó por última vez:"Viva el Perú", mientras la descarga de los fusiles derrumbaban su pequeña humanidad.
Los invasores, en represalia, arrasaron Huancaní. La iglesia y la agencia municipal fueron saqueados e incendiados, seguidamente hicieron lo mismo con las viviendas del pueblo y luego se trasladaron al pueblo de Sincos donde reprodujeron sus acciones de pillaje.
En memoria de Leonor Ordóñez, el antiguo distrito de Huancani, donde nació y guerreó contra los invasores chilenos, fue rebautizado con su nombre. La ley número 410 emitida por el gobierno del presidente Augusto B. Leguía, el 20 de setiembre de 1920, reconoce su heroicidad y muerte en combate y ordenó el traslado de sus restos mortales en la Cripta de los Héroes, a donde fueron conducidos recién en 1988.


Heroicidad del cura peruano Buenaventura Mendoza en Huaripampa
En el mismo 22 de abril de 1882, la expedición chilena invasora, antes de arrasar con la columna de Leonor Ordóñez, había puesto fuera de combate a 20 jinetes de la columna del sacerdote Buenaventura Mendoza en Huripampa, luego de tres horas de combate.
Mendoza sobrevivió herido en una loma, donde se atrincheró, pero fue cercado y finalmente capturado vivo. El propio coronel chileno Gutiérrez se encargó de torturarlo y de intimarlo a dar vivas a Chile a cambio de perdonarle la vida. Pero Mendoza desafiante le gritó en pleno rostro: "Viva el Perú, mueran los invasores". Fue puesto de pie y fusilado.
Los sobrevivientes que se habían refugiado en las alturas, bajaron y reunieron los cadáveres de sus compañeros caídos y les dieron sepultura en el mismo Huancani.
Los historiógrafos han establecido que los resistentes de Huaripampa encabezados por el sacerdote Buenaventura Mendoza, fueron sobrepasados por la superioridad bélica de la división enemiga, compuesto de 400 soldados organizados en cuatro compañía de infantes, una de caballería y dos cañones "Krupp".
La actividad depredadora de la expedición invasora ocurrió cuando el general Andrés Avelino Cáceres aún no terminaba de constituir el Ejército del Centro. El "Tayta", apenas culminó esta tarea, lanzó una contraofensiva contra Del Canto y lo castigó duramente, tres meses después, en las batallas de Marcavalle, Pucará y Concepción. Lamentablemente, no existen registros fotográficos de las imágenes de Leonor Ordóñez y Buenaventura Mendoza, excepto representaciones pictóricas, en realidad bastante modestas.

Heroína Joaquina Ávila de Lindo murió en combate arma en mano



Redactor: Víctor Alvarado
El 18 de abril de 1882, cuatro días antes de la inmolación de la jefa guerrillera Leonor Ordóñez Surichaqui y los patriotas que la acompañaban, tuvo lugar en las pampas de Huyuycan y Piracato, distrito de Sicaya (Huancayo), en el valle del Mantaro, una memorable batalla de la resistencia andina encabezada por el coronel Vicente Samaniego y la guerrillera Joaquina Ávila viuda de Lindo, y sus tres hijos contra la expedición chilena invasora del coronel Estanislao del Canto.
Los combatientes quechuahablantes opusieron una cruenta resistencia para impedir el ingreso del regimiento chileno, conformado por 800 soldados, al Valle del Mantaro, quienes tenían la misión de imponer los llamados "cupos de guerra" y eliminar al naciente Ejército del Centro, en esos días en plena organización por el general Andrés Avelino Cáceres, pero fueron finalmente arrasados.
En la víspera de este desenlace, los patriotas, habían sido convocados por el teniente José Gavino Esponda Tassa, perteneciente al Ejército del Centro, enviado por el general Andrés Avelino Cáceres, para organizar la resistencia guerrillera en el Valle del Mantaro.
Destrucción de puentes
Hasta antes de este fatídico encuentro bélico, ya se tenían varios batallones y más aún, ya habían ejecutado exitosamente la destrucción de tres puentes para trabar el desplazamiento de los invasores: el puente La Mejorada (hoy La Breña), el puente Chongos y el puente de Huaripampa.
En la destrucción del puente La Mejorada intervinieron los hermanos, experimentados armeros, Eulogio y Nicéforo Leyva y un niño de 13 años, Vicente Gutarra, aceptado por su insistencia como voluntario y que ayudaría decisivamente en la tarea de romper, en horas de la media noche, con comba y cincel, uno de los extremos del puente y conseguir que esta se precipite al río Mantaro.
Una patrulla chilena, emplazada en el otro extremo, alcanzó tardíamente a darse cuenta de la operación y disparar contra los guerrilleros, pero estos consiguieron eludir los disparos y salir rampando del área de peligro.
Los resistentes, al amparo de la oscuridad y camuflados con ponchos campesinos cruzaron el puente Viso sobre el río Cunas, ubicado en el límite de Pilcomayo y Huamanqaqa Chico, y no bien terminaron de trasponer el puente fueron sorprendidos por un patrulla chilena y hechos prisioneros.
La batalla
En la noche del desastre patriota del 18 de abril, el estado mayor del Batallón Libres de Sicaya conformado por el coronel Vicente Samaniego, los capitanes Tomás Gutarra Solís y Enrique Rosado Zárate y el teniente José Gavino Esponda Tassa, resolvieron trasladarse a Chongos Bajo para unirse al Batallón Los Emponchados del Alto Cunas, liderado por Ceferino Aliaga, y juntos enfrentar a los invasores.
Los historiadores sicaínos recuerdan que el Batallón Libres de Sicaya salió al encuentro de la columna invasora, produciéndose el choque en las Pampas de Huyucan y Pirataco.
Los sobrevivientes de esta gloriosa jornada guerrillera recuerdan que Ávila minutos antes de sostener el choque con los invasores, alentó a sus combatientes con la siguiente proclama: "¡Adelante valientes sicaínos!, morir defendiendo nuestra patria es más glorioso que permitir en Huancayo la presencia del enemigo invasor".
Inmolación
Junto a ella cayeron sus tres hijos, así como Felipe Esponda Tassa, hermano del teniente José Gavino Esponda, uno de los líderes de la resistencia sicaína; sargento primero Alejandro Castillo, vencedor de Tarapacá, Higinio Chihuán, Manuel Cuadros, Basilio Jiménez, Felix Lazo y Pablo Maraví, entre otros.
Los principales jefes del Batallón Libres de Sicaya fueron capturados vivos. Las columnas de los invasores, con sus preciados trofeos de guerra ingresaron a su cuartel improvisado en Huancayo con el nombre de "Chacabuco", donde de inmediato los sometieron a torturas para obligarlos a que delaten a los integrantes de la resistencia, lo que no consiguieron.
Luego de un juicio sumario, el coronel Vicente Samaniego, los capitanes Tomás Gutarra Solís y Enrique Rosado Zárate, líderes del Batallón Libres de Sicaya fueron condenados a muerte, con excepción de Esponda, por encontrarse herido de bala.
Los torturadores se ensañaron particularmente con Samaniego, por ser el jefe de los guerrilleros de esta zona del Valle del Mantaro, al que le ofrecieron perdonarle a cambio de la rendición del Batallón Libres de Sicaya.
Samaniego
Los historiadores huancas ha registrado que Samaniego les respondió: "Nosotros como ellos (los caídos en Huyucan y Piracato), debemos morir peleando, ustedes harían igual viendo su suelo mancillado".
Los condenados a muerte fueron confesados por el sacerdote José María Ráez, y al ser conducidos al cadalso, según los historiadores huancaínos protagonizaron dos escenas patrióticas inolvidables.
El primero se suscitó, el 22 de abril de 1882, fecha fijada para la ejecución, los condenados fueron llevados desde el cuartel Chacabuco por la antigua calle Real de Huancayo hasta la plaza Huamanmarca (hoy Centro Cívico).
A la altura de la plaza Constitución, un jefe chileno ensayó un saludo a Samaniego y este le apostrofó: "Con qué derecho se permite un jefe chileno saludar a un soldado peruano!" El segundo tuvo lugar en la plaza Huamanmarca, cercada por los 800 soldados del regimiento enemigo. Un jefe invasor advirtió que no se tolerarían expresiones a favor de los condenados y quien lo haga sería pasado por las armas.
Fusilados
Aún en su celda, el capitán Rosado, uno de los condenados, le pidió al teniente Esponda, que no sería fusilado por encontrarse herido:"‘Teniente, entregue este poncho a mi querida hermana Santosa y dígale que he muerto fusilado en defensa de la patria".
Luego de ser sacados de sus celdas y colocados frente al pelotón de fusilamiento, los condenados son vendados y obligados a sentarse para ser fusilados. Pero, el capitán Rosado les increpa: "Un peruano no muere sentado ni vendado, sino de pie y descubierto. Quedan otros como yo que sabrán vengar mi sangre. ¡Viva el Perú!... ¡Muera Chile!".
Nueve soldados, escogidos para conformar el pelotón, descargaron sus fusiles sobre los pechos de los tres patriotas sicaínos, transformados desde esa fecha en paradigmas de los pueblos del Valle del Mantaro. 
En la Cripta de los Héroes
Los restos de la heroína de la Campaña de la Breña, Joaquina Ávila de Lindo, fueron exhumados el 15 de abril del 2009, con motivo de la conmemoración del 127 aniversario de su inmolación en las Pampas de Huyuycan y Piracato, y una semana después, el 22 de abril, trasladados a la Cripta de los Héroes de Sicaya, donde reposan hasta la fecha.



María Olinda Reyes, la “rabona” que alcanzó el grado de capitán


redactor: Víctor Alvarado
Una "rabona" combatiente recordada en la historia es María Olinda Reyes, conocida como "Marta La Cantinera", de quien se sabe integró la resistencia contra la invasión chilena en Chincha, en una época que también combatía en esa zona la peruana afrodescendiente Catalina Buendía de Pecho, quien envenenó a un jefe chileno invasor y pagó con su vida su valiente osadía.
El mote de "Marta, La Cantinera", provenía de su época de adolescente en que había trabajado en una cantina y así era conocida durante su participación en la resistencia contra los invasores.
María Olinda Reyes también era afrodescendiente, sumamente atractiva y con atributos de lideresa. Al término de la invasión militar chilena se enroló en 1895, en las filas pierolistas para participar en la guerra civil contra Cáceres, cuando el primero ejercía su segundo gobierno (1894- 1895), donde fue herida en una pierna, lo que le permitió obtener el grado de capitana.
El historiador José Respaldiza la han descrito como "una mulata de estatura un poquito más alta del común de nuestras mujeres, grandes ojos negros de mirada arrobadora, cintura de tentación (…) enérgica, de rápidas decisiones y a veces un poco intrépida".
Tradición oral
Los historiógrafos en general han recogido de la tradición oral una antigua marinera que era profusamente cantada, donde la mencionaban: "Muchachos/ vamos a Lima/ que viene la montonera con Felipe Santiago Oré y Marta la cantinera".
Cabe aclarar, que sí existe registro de su participación en la resistencia patriota contra la ocupación chilena en Chincha (Ica) y allí mismo, en plena ocupación chilena (1881- 1884), se enroló entre las montoneras pierolistas que complotaban contra el gobierno provisional de Francisco García Calderón.
Recuérdese que Piérola mantuvo siempre una conducta doble durante la ocupación chilena, pues por un lado aparecía luchando contra los invasores, por el otro sostenía contubernios con ellos.
Esto torcida conducta de Piérola explica su oposición a García Calderón, quién ha pasado a la historia por negarse a firmar una paz con entrega de territorios, a causa de lo cual fue apresado y confinado en el sur de Chile.
Guerra civil
Recordemos que luego del gobierno entreguista de Miguel Iglesias, se inició un período de inestabilidad política seguido de una guerra civil.
Cáceres fue elegido para desempeñarse en un primer gobierno entre 1886- 1890, y luego para ejercer un segundo en 1894 en un proceso electoral duramente cuestionado y con una oposición exacerbada por la grave crisis económica a la que había ingresado el país desde el saqueo de que fue objeto el país por parte de los invasores chilenos.
El Cáceres, guerrero aclamado y amado durante la guerra de resistencia pasó a ser un presidente odiado y vilipendiado. Las sátiras contra su persona se convirtieron en el pan de cada día, como lo recuerda un vals de antaño que se cantaban preferencialmente en las cantinas: "Si ese tuerto bandido muriera/ y muriera también la Melón,/ el Perú levantara la frente/ que le cubre ignominia y baldón/ ¡ Viva Piérola! gritan los pueblos/ con Oré, Seminario y Durand, / se han unido el Civil y el Demócrata/ por la patria y por la libertad".
Hasta que la conspiración anticacerista llegó a su clímax. En la mañana del 17 de marzo de 1895, un ejército montonero con Nicolás de Piérola a la cabeza, entró por la Portada de Cocharcas, arrasó con las montoneras caceristas hasta situarse en la Plazuela del Teatro donde instalaron su cuartel general.
Toma de Lima
Los historiadores recuerda que la columna de vanguardia, que ingresó por la antigua hacienda San Borja, al mando del coronel Felipe Santiago Oré, tenía como lugartenientes a su hija "La Goya Oré" y a "Marta La Cantinera".
La columna se proponía capturar la torre de Santo Domingo, donde un soldado cacerista les impedía el paso con fuego nutrido. Marta La Cantinera, sorprendió a todos, al resolver audazmente "rampar"por el piso para arrastrarse a una posición donde podía tener en la mira de su fusil al defensor de la torre.
El historiador José Respaldiza repasa esos momentos: "En eso sus compañeros se dan cuenta que el francotirador observa un movimiento y dirige su fusil, y le advierten a Marta:"¡¡Cuidado!!".
"Ella hace rodar su cuerpo hasta chocar con la pared. Se pone de pie en el preciso instante que una bala cae en el lugar donde antes estuvo su cuerpo. Camina con lentitud hasta poner al francotirador en su mira. Entonces suena una bala que le cae en una pierna, ella no se mueve, jala el gatillo y francotirador abajo".
Gracias a esta proeza de Marta, la montonera ocupó la torre de Santo Domingo y ella obtendría inmediatamente el grado de capitana. Cáceres, derrotado, transa con Piérola, y dan paso a una junta de gobierno encargada de convocar nuevas elecciones, en la que fue elegido presidente, Manuel Candamo, y luego de este, Piérola haría realidad sus ambiciones de volver de nuevo al gobierno.
Evocación de las “rabonas”

El gran geógrafo e investigador británico sir Clements R. Markham, autor de la celebérrima obra "La guerra entre el Perú y Chile", publicada en Londres en 1881, considerado un libro capital sobre la invasión militar chilena lanzada contra el Perú, recuerda a las rabonas: "(…) Estas fieles y sufridas criaturas siguen a los ejércitos en sus largas y fatigosas marchas, llevando las mochilas y utensilios de cocina, carga que a veces agrava el peso de un niño de pecho. (…) En el combate se le ve atendiendo a los heridos, satisfaciendo sus necesidades y mitigando el sufrimiento de la sed intensa. (...)Otras veces, puede vérsela buscando el yacente cadáver de su amado e imprimiendo en sus labios el último beso, indiferente a las balas que silban en su derredor."

Heroína iqueña Catalina Buendía de Pecho envenenó al enemigo y pagó con su vida


redactor: Víctor Alvarado
El ejemplo de las heroínas de la Campaña de la Breña liderada por Cáceres, que terminó abruptamente con la derrota gloriosa de la Batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883), a causa de la traición del general Miguel Iglesias y su mentor, el presidente Nicolás de Piérola, tuvo un epígono en los tramos finales de la ocupación chilena, en Catalina Buendía de Pecho, una mujer afroperuana protagonista de uno de los últimos focos de resistencia armada, que terminó con su fusilamiento.
Los invasores suscribieron el Tratado de Ancón del 20 de octubre de 1883, merced al entreguismo del general Miguel Iglesias, por el cual se apropiaban de Tarapacá y tomaban en rehenes a las provincias de Arica y Tacna, pero no se fueron inmediatamente del Perú, sino permanecieron en el país hasta 1884 con la finalidad de aplastar los focos de resistencia patriota que el general Cáceres pretendía activar y asegurarle a su cómplice, el llamado "presidente regenerador" Miguel Iglesias, un gobierno sin opositores armados.
Su inmolación tuvo lugar el 20 de noviembre de 1883, es decir un mes después de la firma del Tratado de Ancón, luego de haber sido derrotada en un combate contra las fuerzas militares de ocupación e desarrollado un parlamento con el vencedor, al que en señal de reconocimiento, le hizo un brindis de chicha envenenada, que causó estragos en las filas del invasor.
Resistencia en acción
Este capítulo ha sido escasamente desarrollado en nuestra historia sobre la guerra del guano y salitre –impropiamente llamada guerra del Pacífico- excepto por algunos iqueños, como Jaime Uribe Rocha(http://reportperu.wordpress.com/2011/11/17/heroina-de-ebano-de-la-guerra-con-chile-1879-1883) , gracias a cuya investigación se conoce sobre la breve vida y trayectoria de la heroína afroperuana.
La heroína estaba dedicada a la agricultura, particularmente a la producción de algodón, pallares y también por supuesto a complotar contra los invasores.
Pronto, luego de la derrota de Huamachuco, y ante los insistentes intentos de Cáceres para reactivar la resistencia, Catalina Buendía con sus propios recursos procedentes de su hogar formado con el agricultor José de la Rosa Pecho.
La heroína improvisó un ejército irregular y con armas improvisadas se dispuso esperar a los invasores que permanecían en el país con el propósito de "pacificarlo", como se había comprometido a hacerlo con el traidor "presidente regenerador Miguel Iglesias.
La resistencia antichilena era muy activa en Ica. Los hacendados lo habían hecho saber al aun "gobierno de ocupación", liderado por Iglesias y era inminente que las tropas de ocupación irrumpieran en Ica, como en efecto ocurrió.
La batalla
El 20 de noviembre de 1883, con el enemigo en suelo iqueño, Catalina Buendía de Pecho, con sus huestes se atrincheró en el cerro de Los Molinos. Los enemigos, con evidente superioridad numérica en armas y hombres, fueron a su encuentro Los invasores se habían impuesto la obligación de eliminar la resistencia iqueña que se había emplazado en el territorio de San José de los Molinos, un pueblo que se levanta hasta hoy al borde del río del mismo nombre, porque era el único paso para el ingreso a los pueblos andinos Los varones bajo su mando, evoca Uribe Roche, construyeron fortines y zanjas, mientras las mujeres colaboraban en armar sacos de arena para levantar improvisadas trincheras en lo que sería la línea principal de resistencia. Y no faltaba, el aporte de los niños, encargados del traslado de la refrescante "chicha de jora" que calmaría la abrazadora sed del mediodía.
Los pormenores de la batalla se desconocen y solo se sabe del colofón, los invasores diezmaron a los resistentes. Catalina se negaba a rendirse y consciente de la debacle, salió de las trincheras blandiendo una improvisada bandera blanca y gritó a sus atacantes "Queremos paz honrosa! ¡No más sangre!" La rendición El jefe de los invasores dio orden de detener el fuego y la convocó a acercarse hasta sus posiciones. Cuando Catalina lo tuve enfrente, le pidió aceptar una rendición honrosa: "No queremos un sacrificio inútil, queremos una paz honrosa y el respeto de la vida de nuestro pueblo".
Recuerda el historiador Jaime Uribe que el jefe de las tropas chilenas acogió sus palabras y le pidió que haga bajar a sus combatientes del cerro a rendirse, desde donde habían presentado batalla, y estos al llamado de Catalina, bajaron y se emplazaron frente al la posición del jefe de los invasores y cuando este los tuvo en su frente, exclamó "Chilenos, la fuerza es el derecho de los pueblos: la muerte, a lo que los pueblos débiles tienen derecho. Enseñad a esta gente cómo debieron conquistar el suyo".
Seguidamente, los fusiles de los invasores vomitaron fueron y arrasaron con los resistentes rendidos.
Prosigue Uribe: "Concluido el ataque a mansalva, el comandante chileno volvió a dirigirse a la enviada diciéndole:"Solo los emisarios de paz, tienen derecho a que se les respete la vida. Di si te rindes incondicionalmente", ante lo cual resignadamente, contestó: "Señor, tu poder es grande y cierto, error de vuestro pueblo fue osar desafiarte, lo que nos obliga a rendirte tributo y quiero que me permitas ofrecerte el mío".
Brindis mortal
Catalina Buendía, en un gesto atrevido, pidió al jefe invasor sellar este improvisado acuerdo de rendición de sus fuerzas con un brindis, ofreciéndole "una gorda limeta con la apreciada chicha de jora". Pero, el jefe invasor, advertido por experiencias anteriores de las tropas de ocupación, en que más de una vez fueron envenenados, le pidió que ella beba primero.
Catalina Buendía sabía que la bebida estaba envenenada con semillas de la fruta piñón y no dudó en hacer el brindis. Alzó la vasija y bebió hasta el último grumo de la chicha. El jefe invasor, convencido de que no era una trampa, hizo un brindis y más aún pasó el recipiente a sus acompañantes.
Pero luego se produjeron los estragos, el jefe chileno se desplomó entre estertores y la exclamación general de los invasores fue: "La chicha está envenenada". Todos los que habían bebido caían al piso en medio de convulsiones. Pero no solo ellos, Catalina Buendía, también rodó por los suelos.
Los invasores, enloquecidos por la trampa de que habían sido objeto, descargaron sobre ella sus fusiles, rematándola. 
El “piñón”

La chicha envenenada que Catalina Buendía de Pecho dio de beber al enemigo y que también se vio obligada a ingerir, fue elaborada con una fruta originaria del lugar llamada "Piñón", que hasta la fecha existe como planta silvestre en el distrito San José de los Molinos, distrito cerca a la "Bocatoma", lugar donde inicia la Achirana del Inca Pachacutec.

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