domingo, 10 de marzo de 2013

El Perú indómito


Escribe : Pedro José Cama
La crónica de la rebeldía indígena de 1533 hasta el siglo XX (I) 



Muchos colegios, al menos hasta mi generación, nos enseñaron que una partida de españoles derrumbaron a un imperio, dividido y pagano. Que España nos evangelizó y debíamos agradecerle ese favor, pues la sangre hispana forma parte de nuestra nacionalidad. Hablamos de generaciones formadas creyendo que los peruanos de la Antigüedad no valían un céntimo y que los conquistadores fueron, al final, héroes. La estatua de Francisco Pizarro estuvo hasta hace unos años junto a Palacio de Gobierno, y el presidente del Perú habita la misma casa donde gobernó este criador de chanchos que devino en marqués y que inició siglos de explotación humana y saqueo de nuestras riquezas para formar lo que se conoció como el Imperio Español.

Hoy ya no se enseña Historia del Perú en los colegios, sino vagamente como antes se enseñaba artes manuales, y nuestros niños, oyendo a sus padres o abuelos se quedan con la idea de que siempre fuimos perdedores y que los blancos nacieron para dominarnos.

Llegó la hora de cambiar, siquiera a través de este humilde espacio, esta aberrante y equivocada tara mental de las nuevas generaciones. No queremos generar odio a los españoles, sino plasmar la realidad histórica de lo que fue el coloniaje hispano en nuestro país, que muchos pasan por alto para evitar que les digan terroristas o “zurdos” y la república criolla, cuyas diferencias puede usted contarlas con los dedos de una sola mano.

Esta serie se basa estrictamente en estudios de Alberto Flores Galindo (1949-1990) y otros historiadores peruanos, quienes desapasionadamente vieron la historia desde la óptica del oprimido, no del opresor, incluso se basan en crónicas de los mismos españoles, testigos de la época. Así que, esta serie es lo más veraz posible en relatar lo que fue el padecimiento e insurgencia indígena en el Perú desde el siglo XVI hasta el siglo XX.


El inicio de la tragedia 


peruana (1524-1531) 


Toda crónica inicia desde el origen de la historia. Y ésta se inicia en Trujillo de Extremadura (España) en 1478. Ese año aciago, una campesina castellana fue violada por un hidalgo trujillano de poca monta, Gonzalo Pizarro, y fruto de esa desgracia nació el 16 de marzo Francisco Pizarro González. Malquerido por la madre, Francisca González y Mateos no aprendió a leer ni a escribir. Abandonado a su suerte, crió chanchos hasta que a la edad de 20 años viajó a Sevilla, se enroló en los Tercios Españoles, unidades del ejército consideradas las más fieras, al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, quien estaba empeñado en guerrear con los franceses en Nápoles y quien recordó vagamente el paso de Pizarro por sus tercios.

Nunca ascendió de la clase de soldado en los 3 años que estuvo de servicio. Regresó a Sevilla sin pena ni gloria, para embarcarse con Nicolás de Ovando hacia la recién descubierta América, específicamente República Dominicana y Haití en 1502.

En 1508, el rey de España Fernando el Católico empezó a picar la codicia de los soldados y marineros, empujándolos a explorar y conquistar más territorios para el reino a cambio de títulos y gobernaciones. Los más avezados y salvajes se lanzaron a la mar por amor al dinero y a escalar socialmente.

Pizarro, a los 32 años, se enrolaba en cuanta expedición había: América Central, Colombia, llegando al fin con Vasco Núñez de Balboa a descubrir para Europa el Océano Pacífico en 1513. A los pocos años traicionó Pizarro a Balboa arrestándolo por orden del infame Pedrarias, gobernador de Castilla de Oro (Panamá), quien le premió por su deslealtad con una encomienda y con la alcaldía de Panamá en 1523.


“El Birú” 


Como era analfabeto, no supo aprovechar el cargo y poder que tenía, siendo uno de los menos acaudalados del istmo. Así que, todo un torpe pelagatos conoce en 1524 a Diego de Almagro y Hernando de Luque, este último cura en Panamá y entre trago y trago, empezaron a comentar los relatos fantásticos de un reino llamado “El Birú”.

En la mesa de una cantina panameña, se firmó entre los tres (hubo un cuarto, el financista, licenciado Espinosa, quien desapareció de la historia oficial) una contrata en la que Pizarro asumía la capitanía de la expedición, Almagro la intendencia y Luque las finanzas. Ese maldito día, sin recuerdo, se marcó la desgracia para millones de seres humanos.

Viajaron dos años, intentando encontrar “El Birú”, enfrentando amagos de motines y condena de la tripulación contratada, hasta que cansados de tantas vueltas sin conseguir nada de riquezas, acoderaron en la Isla del Gallo (frente a las costas de Colombia), donde se dio un episodio patético y traduce la baja calaña de los aventureros, pues en sí fue un escena para páginas policiales. 


Los 13 asaltantes 


“El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena: ‘Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere’”, relata el historiador José del Busto.

Depredadores, busca fortunas, alimañas. Como banda de asaltantes, discutían qué banco iban a robar. Para los hispanófilos, fue un acto heroico para las personas con dos dedos de frente, un hecho vergonzoso. Trece criminales se quedaron con Pizarro cruzando su raya en la arena: eran los 13 del Gallo, número ideal para la suerte que le esperaba al Perú.

Tras cinco meses de espera en la Isla de la Gorgona, Almagro y Luque no abandonaron a su compinche y regresaron con refuerzos e iniciaron la tragedia peruana, al volver a Panamá, recuperar fuerzas y zarpar (Pizarro con sus hermanos Gonzalo y Pedro; el clérigo Luque con sus curas Valverde y Pedraza) decididos hacia el Perú, a finales de 1531. 


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